Albert Einstein formuló con su Teoría de la Relatividad General la existencia de las ondas gravitacionales,
una especie de olas en el Universo. Pero la comunidad científica ha
tenido que esperar cien años hasta poder dar la razón, con pruebas, a
una de las mentes más privilegiadas del siglo XX. Demostrar la
existencia de estas ondas era el último reto pendiente de la Teoría de
la Relatividad General, que Einstein formuló en 1915. La Universidad de
las Islas Baleares, una de las implicadas en la colaboración científica LIGO, ofrece en su web algunas respuestas para entender qué son y para qué sirven.
¿Qué son las ondas gravitacionales?
Usando una metáfora, la Universidad las define como
«olas en el océano cósmico». Einstein descubrió con la Teoría de la
Relatividad que los objetos que se mueven en el Universo producen
ondulaciones en el espacio-tiempo -una especie de tejido en el que se
desarrollan todos los eventos del Universo- las cuales se propagan por
el espacio. Estas son las ondas gravitacionales.
¿Para qué sirve haberlas detectado?
Las ondas gravitacionales son «una nueva ventana al Universo».
Gracias a ellas se pueden entender los mecanismos por los que suceden
algunos de los sucesos más violentos del Cosmos, como las colisiones
entre agujeros negros o las explosiones de estrellas. Se podría incluso
estudiar lo que pasó un milisegundo después del Big Bang.
También marcarán el inicio de una nueva era en
astronomía porque el Universo es casi transparente para ellas, lo que
permitirá observar fenómenos astrofísicos que de otra manera
permanecerían ocultos -la formación de agujeros negros o cómo se
comporta la materia en condiciones extremas-.
¿Pero, por qué son tan importantes para explorar el Universo?
El conocimiento del Cosmos se realiza ahora,
principalmente, a través de la radiación electromagnética (luz), con
ellas se puede «ver», mientras que con las ondas gravitacionales
sería como «oír», lo que permitiría pasar a través de los objetos que
hay entre la Tierra y el otro extremo del Universo, pues las ondas lo
atraviesan todo.
¿Por qué se ha tardado tanto en saber a ciencia cierta de su existencia?
Durante décadas ese nuevo tipo de ondas fue casi
ignorado. Algunos científicos dudaban de su existencia y otros pensaban
que son tan débiles que nunca se podrían detectar. Pero en la década de
los setenta el descubrimiento de los púlsares -estrellas de neutrones
que emiten luz mientas giran- llevó a la primera evidencia indirecta de
su existencia. Además, los efectos de las ondas gravitacionales son tan pequeños que se necesita detectores gigantescos para intentar dar con ellas.
¿Cómo son esos detectores?
Se trata de enormes instalaciones que usan una tecnología llamada interferometría láser. El mayor de ellos es el Observatorio de interferometría láser de ondas gravitacionales (LIGO)
en Estados Unidos, otros detectores son el Virgo en Italia y el GEO600
en Alemania. Hasta ahora, los detectores están en la superficie
terrestre, pero en un futuro se situarán bajo tierra y la misión eLisa
de la Agencia Espacial Europea (ESA) va a colocar un detector en el espacio, lo que permitirá detectar ondas gravitacionales en un rango diferente de frecuencias.
Las ondas gravitacionales «contienen
la promesa de lo desconocido», asegura la página divulgativa de la
colaboración científica LIGO, pues «cada vez que los humanos hemos
mirado al Cosmos con 'ojos' nuevos hemos descubierto algo inesperado que
ha revolucionado la forma en la que vemos el Universo y nuestro lugar
en él».
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