¿Hay vida en el exterior? Esta es
una de las preguntas que más han rondado las mentes de la civilización
durante los últimos años y las respuestas parecen empezar a encontrar
camino. La estrella KIC 8462852, situada entre las constelaciones de Cygnus y Lira a 1.500 años luz, ha mostrado un comportamiento realmente poco habitual. Este astro, de un tamaño mayor que el sol, presenta una luz parpadeante que podría demostrar que algún objeto no identificado pasa por delante del planeta de manera ocasional disminuyendo así su brillo.
Una de las hipótesis que manejan los astrónomos es que la señal que detectó el telescopio espacial Kepler de la NASA es causada por enormes estructuras construidas por una civilización extraterrestre (por ejemplo, un complejo gigantesco de paneles solares).
«Nunca hemos visto nada como esta estrella. Es muy
raro. Al principio pensamos que se trataba de un error en los datos o de
un movimiento de la nave que tomó las fotografías, pero todo eso ha
sido comprobado», explicaba la investigadora de la universidad de Yale
Tabetha Boyajian en «Estamos estudiando con el Allen Telescope Array. No hay problema con
eso, creo que deberíaos asegurarnos. Sin embargo, el público tal vez
debería moderar su entusiasmo con las lecciones de la historia»,
aseguraba Seth Shostak, astrónomo del SETI donde el experto citó como ejemplo los púlsares, cadáveres estelares
superdensos que emiten haces de radiación de alta energía. Estos haces
son recibidos por instrumentos en y alrededor de la Tierra en forma de
pulsos regulares, ya que solo pueden detectarse cuando son disparados
directamente hacia el planeta, un evento que ocurre a intervalos
predecibles debido a la rotación de los púlsares. A día de hoy, esta
información es conocida por los astrónomos, pero lo cierto es que en la
década de los sesenta, cuando se descubrieron las primeras señales de
púlsares, algunos científicos los interpretaron como posibles
transmisiones alienígenas.